El Anfitrión (parte 1)

Wednesday, November 2nd 2016  — 
 Alexandru G. IchimLuchi Sánchezcuentofe

El lugar era silencio. Todas las almas estaban cobijadas en sus hogares en muda armonía. Únicamente en los caminos y calles que juntan sus brazos en una inmensa red había vida. Las llamas de los faroles ardían intensa y apasionadamente. La extensa familia de insectos se escuchaba zumbir en canteros y surcos, algún que otro perro disputaba con su querida sombra y algunas aves desveladas componían hermosos cantos a la luna. Sin testigos, más que la noche, una acalorada llama escápose del farol abarcándolo por completo, cual viento de otoño que desviste las copas doradas de los árboles. Ninguna de las apagadas almas se percató del suceso hasta que la llama, poseyendo una rama cercana, tórnose en un árbol de fuego que se desplomaba al suelo echando crujientes ruidos. Tomados por asombro, algunos se asomaron con timidez, otros apresuradamente hasta que todos los vecinos de los vecinos, encendidos por el desconcierto, parloteaban a viva voz apoderados por el imponente fenómeno ante sus ojos. No estaban preocupados, sabían que el árbol de fuego se apagaría sólo al igual que una vela se apaga sóla una vez consumida. Murmurando entre ellos miraban el espectáculo entregados a un sentimiento desconocido. Al rato, cuando la llamarada cesó de arder, volvieron todos a sus humildes fincas también apagando las pequeñas velas, cuales parecían alumbrar vagamente el interior de sus casas. De madrugada, con la luna iluminando la oscuridad matutina, un alma despertó. Levántose de su cómodo lecho, sutilmente, para no despertar a los demás, y entregando su cuerpo al gélido frío, vístiose. Cual fantasma levitando, dirigió sus pasos atravesando la gris neblina hacia el hogar de su vecino, junto al cual, se hicieron mutua compañía compartiendo la predilecta infusión en el camino que lleva al corazón de la ciudad. Sol y luna siguieron rotando y al poco tiempo la neblina disípose con el arribo de un ligero manto celeste que cubrió el cielo. En pleno furor de la ciudad, el camino de los vecinos se bifurcó y cada uno se perdió en la marea de transeúntes a pie y en bicicleta, niños jugando, carros con caballos, mercantiles, artesanos, malabaristas y juglares, vagabundos y demás tipos de gentío, todos empujados o guiados por cierta inercia a cumplir —muchos con duro corazón y de mala gana— sus quehaceres de todos los días. Pululaban los callejones, calles, callecitas de aquella urbe con el alma cansada, parecido a quien, por no haber comprado aceite en el día y ya llegada la noche, no pudo encender las lámparas de su casa, cuales iluminan la entrada de su hogar y el camino por el cual circulan su cohabitantes.

Su plan estaba concretado, faltaba seguir el rumbo y llevar a cabo sus encomiendas. Caminaba con paso firme y alegre y el alma brillando. Al primer encuentro con las autoridades el derrumbe comenzó como un avalanche del cual no se percató en un primer momento, como quien mira al horizonte y a primera vista no percibe la tormenta que se avecina. Descreyendo de la mala suerte y de la buena suerte, sin que su sonrisa tiemble, salió de allí y prosiguió. En su segundo encuentro con las autoridades, ya sin remedio, el avalanche aproximábase a galope y lo inevitable de la naturaleza tornó su sonrisa en ceniza. A pesar del desgarro de aquella fuerza inminente, echó rumbo, con paso muerto, a su tercer encuentro con las autoridades. La ciudad alborotada, que lo fue carcomiendo lentamente desde la mañana, se desplomó en su fuero interno, y sus piernas, como nunca, se sintieron agobiadas, mas aún con fuerzas para seguir hacia el próximo y último destino, cual resultó ser la paradoja de sus desventuras.

Ese destino donde lo vasto y lo obsceno se imponían como pilar de marfil que rasga el cielo, en el cual las velas son consumidas tanto de noche como de día. Allí, donde el avalanche alcanzó su punto cúlmine, Él  —cuyo nombre quita el aliento a quien puede verlo—  paseaba en bicicleta.

Aquella alma exhausta lo vio, incrédulo y empapado de dudas lo vio, entreabrió la boca y a pesar de la incredulidad llamó. Pronunció su nombre y como bebé recién nacido tomado en los brazos de su madre, su llamada fue hospedada y sus dudas desvanecidas. Impulsado como por locura lo abrazó y su alma volviose a encender, el olvido conquistó el dolor en su cuerpo y suspiró hondamente. Charlaron, compartieron algunas frases cotidianas, como amigos que no se veían después de una larga ausencia y Él lo invitó a su casa. La mañana había terminado y sus encomiendas quedaron como grano que se echó a perder por sacos agujereados. Llegaron a su casa y al entrar su rostro ilumínose por la luz que tocaba cada rincón. De inmediato se sintió cómodo, se sacó el abrigo que apoyó en el respaldar de una silla y sacó su calzado que dejó a un costado de la entrada. Su anfitrión estaba en la cocina preparando el almuerzo y le hablaba con voz suave, alegre, de intriga, y con voz que sabe callar. El invitado, como niño, se deleitaba con el olor de los preparados culinarios, mientras sus ojos quedaban perplejos frente a la inmensa biblioteca repleta de libros. A cada girar de cabeza encontraba un pequeño mueble que alojaba variedad de libros. Al costado de la puerta de la cocina, en la cocina misma, arriba de una mesa, sobre la cama. La inmensa biblioteca se encontraba en la sala principal y frente a ella un piano de cola, color marfil negro, alojaba también un puñado de libros. Así rumbeaba ligero y descalzo, sus pies disfrutando del suelo fresco que pisaban. Luego fue a la cocina y juntos cocinaron y hablaron de manera copiosa. Hablaron del pasado, del presente y del futuro. Hablaron de hechos innumerables que no tenían ni principio ni fin. Eran palabras que salían desde y se posaban sobre sus corazones en los lugares y para los momentos justos. Lista la comida y preparada la mesa, sirvieron los platos y a paso de charla, comían y bebían. Así, en aquel almuerzo, su alma y cuerpo, su ser, recibió reposo. No se apresuró en nada, ya que el tiempo corría lentamente y los rayos del sol que acariciaban su piel eran como un envase de agua tibia en el que un hombre sumerge sus manos cubiertas de callos y trabajo. Al terminar de comer, levantaron la mesa y el invitado, como impulsado por una fuerza desconocida, tomó un libro de uno de los pequeños estantes, apártose sigilosamente y sentado, leía y escribía en su cuaderno. De la misma manera, por esa misma fuerza, cesó repentinamente su actividad y dirígiose al comedor donde la mesa estaba puesta nuevamente con postre y una aromada bebida caliente. Su descanso y su gozo eran inmesurables.
A un cierto momento dejó la mesa atraído por una caja blanca y roja al fondo de la sala principal. Como niño lleno de sorpresa la abrió y al instante el anfitrión colocó un disco negro en el interior de la caja. La música que de allí salía no demoró en llegar placenteramente a sus oídos y hacer nido en su corazón. Sentado nuevamente en la mesa comenzó a reírse a carcajadas y sin tregua. Al tiempo, con el descenso del sol, el invitado tomó su calzado y abrigo y acompañado hasta la puerta se despidieron, no como aquellos que saben que no volverán a verse sino como quienes formaron un nuevo lazo, véanse poco o mucho.

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A#%!
Thursday, November 22nd 2018
 Alexandru G. IchimLuchi Sánchezartesanalpoema

Todo es esperanza. Las cosas que más importan son invisibles, son silencios. El viento se mueve porque no sabemos cómo. Las abejas se enamoran porque no saben lo que hacen. Nos adaptamos a los climas, mares y tierras porque somos polvo. Al saber que no sabemos nada, es obvio, lo sabemos todo. Pero no lo admitimos. Alguien sabe más. Cada uno sabe algo más que no sabe el otro y el otro a su vez igual. ¿Entonces quién sabe ese “más”? Si no hay dos no hay uno. Hay a#%! que es incomprensible, por eso puedo amarte, puedo hablarte, puedo escucharte, puedo serte silencio, puedo ser con vos. La esperanza está en la forma.

La visita (parte 3)
Monday, August 27th 2018
 Andrés Rumbollcuentofe

¡Rutinaria rutina! Nada más nocivo para la capacidad de asombro: rutina encarnada en rutina.

El edificio no importaEste templo Yo lo reconstruyo.

LaReforma Protestante que deforma el progre tanto.

Conocí a Irito en San Juan; estábamos en un pre-encuentro de estudiantes de Sociología. Recuerdo que un amigo en común, Pedro, me insinuó que era alguien con una sensibilidad especial… digamos, algo espiritual. No sé si en ese momento su ojo crítico ya miraba el mundo desde un pentaprisma, pero es una alegría incontenible saber que podemos mirar, al menos de manera estática, un poquito el mundo como ella lo ve: tan luminoso y delicadamente exuberante. Compartimos con ustedes la íntima percepción de aquellos seres que se buscan a sí mismos en el otro, en la distancia cómplice y poética de un foto.

Hay una frontera quealguna vez fue señaladaen un terreno de arenapara ser olvidadapero alguien la vióy ya hay una historiay esa historia de fronterasnos recuerda dos lugaresposiciones;el lado de las piedraso de la gracia.

De repente las luces se apagaron. La oscuridad se apoderó de nuestras miradas como un virus.La ceguera en los corazones llegó a los ojos.Las casas iban una a una entrando en la sombra. La sensación de desamparo se hizo certeza cuando, en las calles, los vecinos se veían por vez primera entre penumbras, para tratar de entender qué pasaba. Intercambiaron direcciones y reconstruyeron a su manera los hechos. Sabiendo que es la única manera de conocer.La respuesta estaba ardiendo sobre los cables. El Fuego no se consumía.Orgulloso en su insolencia, inoportuno y contundente como el amor, sublime y mágico. Total.El desconcierto se volvió señal para aquellos corazones atentos, respetuosos del Espíritu.Sin entender ni poder resolver nada, cada uno volvió a su refugio (cavernas vacías cuando la luz no las adorna) para que el sueño los ayudara a viajar en el tiempo.Nuestra especie sobrevive porque es la mejor adaptada para huir; hasta de sí misma.

Encorvado
Wednesday, April 19th 2017
 Ezequiel Lúgarocuento

Si sólo de mí dependiera, si no causara una repulsión general en nuestra bienamada comunidad, si no constituyera un dolor físico permanente, con pasión me entregaría al acto de encorvar mi inconsistente cuerpo hasta quedar hecho un bollo desparejo, dejando al desnudo mis protuberancias y surcos. Me cubriría de tierra, me trasladaría con andar de reptil hasta el cementerio o basural en las afueras de la ciudad, y haría de esos lugares mi hogar. Me alimentaría, cuando no de insectos, pájaros, roedores y hierba, de carroña y de basura. El último de mis días me encontraría en plenitud de gozo y de miseria, enajenado y febril, borrado por el olvido o la indiferencia, mía y de todos y de todas las cosas.

En la catedral de Colonia, hay un órgano estupendo. Pero jamás se toca. Cuando se debe pasar música, se recurre a grabaciones o a esos órganos electrónicos que, se puede decir, funcionan solos y con un sonido prefabricado. Pregunté por qué no se tocaba el maravilloso órgano de la catedral y me respondieron: ‘Suena demasiado majestuoso, demasiado solemne, intimida’. Entonces sí corresponde alarmarse. Eso significa que el ser humano, presa de la tecnología, de un mundo de reproducciones, no soporta las experiencias originales. Y cuando digo originales, me refiero a lo que evoca o remite al origen. Es como si el hombre, cada vez de un modo más acelerado, se estuviera olvidando de sí mismo.1

Oración de Óscar Romero
Wednesday, April 19th 2017
 Ken Untenerfeoración

De vez en cuando, nos ayuda dar un paso atrás y contemplar el vasto panorama.El Reino no solamente está más allá de nuestros esfuerzos, sino que trasciende nuestra visión.Cumplimos en nuestra vida solamente una ínfima fracciónde la magnífica empresa que es la obra de Dios.Nada de lo que hacemos es completo, lo cual es otra forma de decirque el Reino siempre nos trasciende.Ninguna declaración expresa todo lo que puede ser dicho.Ninguna oración expresa totalmente nuestra Fe.Ninguna confesión deviene en perfección.Ningún programa lleva a cabo la misión de Cristo.Ninguna meta o serie de objetivos incluye la totalidad.Eso es lo que proponemos.Plantamos las semillas que algún día brotarán.Regamos las semillas que ya han sido plantadas,sabiendo que contienen una promesa futura.Echamos los cimientos que necesitarán posterior desarrollo.Proveemos la levadura que produce efectos más allá de nuestras aptitudes.No podemos hacer todo,y al darnos cuenta de ello nos sentimos liberados.Eso nos permite hacer algo y hacerlo muy bien.Será incompleto pero es un comienzo,un paso a lo largo del camino,y una oportunidad para que la gracia del Señor aparezca y haga el resto.Quizá nunca veremos los resultados finales.Pero ahí está la diferencia entre el maestro de obras y el albañil.Somos albañiles, no maestros de obra, ministros, pero no Mesías.Somos los profetas de un futuro que no es el nuestro.

Ambivalencia
Wednesday, November 2nd 2016
 Luchi SánchezVictoria Juncosfepoema

-hay cosas que no deberían decirse nunca-

Dios mío
Wednesday, November 2nd 2016
 Josías Acostafeidentidadpoema

Tanto miedo junto, solo significa paz.Tanta libertad de golpe y no me atrevo a escapar.¿No puedo vivir sin cadenas?No puedo sostener una mentirani puedo entender la ironía:“¿Qué necesidad?”¿Cómo cambiar todo por una promesa?No espero que me entiendan.Tan solo no tiren a matar.

Hoja, por Niggle
Wednesday, November 2nd 2016
 J. R. R. Tolkiencuentoficción

Había una vez un pobre hombre llamado Niggle, que tenía que hacer un largo viaje. El no quería; en realidad, todo aquel asunto le resultaba enojoso, pero no estaba en su mano evitarlo. Sabía que en cualquier momento tendría que ponerse en camino, y sin embargo no apresuraba los preparativos.

“Ser significa comunicarse. La muerte absoluta (el no ser) es no ser oído, no ser reconocido, no ser recordado. Ser significa ser para otro y a través del otro ser para sí mismo. El hombre no dispone de un territorio soberano interno sino que está, todo él y siempre, sobre la frontera, mirando al fondo de sí mismo el hombre encuentra los ojos del otro o ve con los ojos del otro.”\n ─ Mijaíl Bajtín

Ocurre espontáneamente, de modo tan imprevisto que es una constante. No esconde segundas intenciones, ni resiste la crítica de un ojo experto: simultáneamente alberga todas las interpretaciones, caja de Pandora de la hermenéutica moderna.

Sumergido bajo la ley del consumo, sobrevive a duras penas el hombre, endeudado a más no poder, comprando para ser alguien dentro del status, dentro de la élite que nos vende la TV, los flashes, los clichés y demases óxidos que carcomen la conciencia del hombre. La clase media -que se le denomina así (y ella así lo cree) porque posee más propiedades que la clase baja- y la clase baja -que se avergüenza de su dignidad- se combaten mutuamente: así resucitan el viejo y macabro sueño de Thomas Malthus, quien a fines de 1700 había propuesto acabar con la pobreza exterminando a los pobres.

Mi fe
Tuesday, July 26th 2016
 Alexandru G. IchimLuchi Sánchezfepoema

Mi fe es una fe oriental. Mi occidente la despedazóEn mi cuerpo, mi alma, mi espíritu.No aprendo el nombre que tanto escucho,Siento el hambre que me es un agravioMas debo saberDe dónde vengo y cómo me llamo.No sé cómo estoyMas debo saber quién soy.

Ellos se preguntan por qué… ¿Por qué, si hablan de amor, no aman?¿Por qué nos piden que nos arrepintamos siempre a nosotros?¿Por qué es pecaminosa nuestra cultura?¿Por qué nuestra sabiduría ancestral no valida como inteligencia?¿Por qué nuestros modos están mal y también nuestras formas?¿Por qué el dios que los acompaña y que no se ve se ensaña con la tierra…… y con los ríos… y con el monte… y todos sus habitantes?¿Por qué se adueñan de lo que no tiene dueño?¿Por qué sus descansos son descansos y los nuestros perezas?¿Por qué están sedientos de poder y no de agua?¿Por qué sus imposiciones esclavizan?¿Por qué indican y no preguntan?¿Por qué su intimidad es cercada y la nuestra expuesta?¿Por qué ofende nuestra desnudez y no sus hipocresías?¿Por qué ostentan vestimentas costosas y comidas suculentas?¿Por qué sus ojos desprecian nuestra piel, nuestras risas y nuestros motivos?¿Por qué sus sobras se tiran y no comparten sus platos?¿Por qué están gordos de egoísmos?¿Por qué nos llaman infelices si ni siquiera ríen?¿Por qué solo son personas los parecidos a ellos?¿Por qué condenan nuestra moral mientras se enseñorean de nuestras niñas?¿Por qué prostituirlas, por la fuerza, ya no es pecado?¿Por qué se pagan con existencias sus caprichos?¿Por qué sus palabras difíciles, y su libro, contradicen sus gestos? ¿Por qué su verdad se tiene que meter forzada en nuestras vidas? ¿Por qué? ¿Por qué pasan los años y todo sigue siendo igual?

El hombre ha mutado y sobre eso hay pocas dudas. Este cambio civilizatorio en el que estamos inmersos sigue arrastrando a varios que aún no han desarrollado las branquias necesarias para respirar bajo el agua, como diría Alessandro Baricco. Nuestro lenguaje y nuestra forma de comunicarnos también ha cambiado, por ende nuestro arte, nuestra música y tal vez, ¿nuestra fe?

Mientras predicaba su sermón dominical, decidido y enérgico, Pickwick sintió un leve estiramiento en los músculos del rostro. En principio lo atribuyó a la tensión propia de la tarea, pero comenzó a preocuparse cuando notó que su audiencia lo miraba estupefacta. De pronto todo era silencio, ojos fijos, bocas abiertas. El reverendo no lo sabía, pero sus orejas habían cobrado vida propia. Lo que para él eran contracciones nerviosas, o tal vez el anuncio de un inminente calambre facial, para su público era algo muy diferente: un espectáculo paralelo, un discurso de gestos y actitudes que afirmaba, ilustraba o contradecía lo que el predicador iba expresando.