El reino de Dios

Wednesday, April 19th 2017  — 
 Luis Acostareflexiónteología

Como agrimensor me especialicé en los sistemas de georreferenciación, el más conocido siendo: el llamado GPS. Este sistema responde a una pregunta que nos planteamos con algo de filosófico: “¿Dónde estoy?”

El usuario medio asume que la posición que el sistema le da es una respuesta exacta, precisa y adecuada para su necesidad de referenciarse en el momento. Hoy en día, la mayoría de los teléfonos celulares cuentan con un dispositivo de navegación satelital, es decir, un GPS.

A lo largo de varios años he tenido la oportunidad de dictar cursos sobre georreferenciación en diferentes lugares e instituciones, universidades, ONGs, escuelas, Organismos del Estado, etc.

En la mayoría de los casos, los alumnos son usuarios de la tecnología GPS, pero sin la menor idea del funcionamiento del sistema. La respuesta a la pregunta de “¿Dónde estoy?” se asume en forma acrítica y sin cuestionamientos. En ocasiones la gente insulta al navegador del auto diciendo “Me llevó por cualquier lado”, “Se pierde a cada rato”, etc. sin que importen las causas e incluso algunos llegaron a tirar el aparato por la ventana asumiendo que la culpa era la calidad del dispositivo y no su propia ignorancia sobre su funcionamiento.

Mi experiencia al respecto es que la gente en general desconoce lo que son los sistemas de referencia y los sistemas de representación.

Cada tanto alguien viraliza en Internet que descubrió que el mapa con el que creció y conoció el mundo, era falso; que agranda ciertas zonas del planeta en forma exagerada, y, como una nueva misión, promueve el uso de un mapa que para él es la verdadera representación de la Tierra. Yo, en esos casos, en un acto de misericordia, salgo a aclararle que no lo engañaron en la escuela, sino que los mapas que comprábamos en el kiosco estaban en proyección Mercator, sin que doña Pepa o don Juan tuvieran la menor idea de que estaban distorsionando nuestra comprensión de la realidad.

Para entrar en tema, la Tierra tiene forma de Tierra, es decir, si bien a primera instancia a nuestros ancestros le parecía plana, vino Colón a avivarnos de que no era así. Luego comenzamos a pensarla como esférica, redonda como una pelota. Pero, resulta que eso tampoco explica muchos de los fenómenos físicos. Luego la geodesia (ciencia poco conocida, lamentablemente) nos viene a decir que se asemeja mejor a un esferoide, es decir a una figura que se genera al girar una esfera sobre su eje, ya que la Tierra está achatada en los Polos y su diámetro mayor está en el Ecuador.

¿Me seguís todavía? Resulta que tampoco la Tierra tiene forma de Tierra. Pero los científicos no se conforman con respuestas simples y nos hablan del Geoide. “¿Qué?” Sí, Geoide. Nos hablan de Datum, que es una combinación de un esferoide con un sistema de referencia.

Y acá me meto otra vez con la pregunta, “¿Dónde estoy?”, y la respuesta correcta es…: “Depende”.

“¿Cómo que depende? Yo estoy acá”, “cierto estas ahí”, pero, ¿cómo le decís a otro dónde estás? Necesitás un sistema de referencia, amigo… “Estoy en la esquina de la calles San Martín y Pueyrredón” (sarcasmo histórico), por ejemplo, o “En 23 17 64.3S, 65 15 23.4O”. El sistema de referencia puede ser el mapa de calles, el mapa de rutas, el sistema de latitud-longitud, las coordenadas UTM, el sistema argentino POSGAR, WGS84, etc., pero en todos los casos para ubicar un lugar en la Tierra, necesitamos un sistema de referencia. (En el campo siempre es “ahicito nomás”, que es un sistema completamente relativo que refiere a distancias entre 100m y 100km.)

Es decir en cualquier caso necesitamos un sistema de referencia, de ahí que sea depende…

Como la Tierra es enorme y no cabe en un globo terráqueo, menos en un papel, necesitamos también un sistema de representación, es decir, cómo representamos esa realidad llamada Tierra. Y ahí aparecieron varios genios como Mercator, Gauss, y otros menos conocidos que idearon formas matemáticas de representar algo “esférico” en un plano. Se llama al proceso “proyectar”. Y, sáben qué, no hay NINGÚN sistema de representación o proyección que sea completamente fiel en las áreas, las formas o las distancias. Puede que sea conforme, equidistante o iqual-área, pero no las tres juntas, en algo le pifia.

¿Qué tiene esto que ver con el Reino de Dios?

Bueno, me parece que esa ignorancia que tenemos frente a nuestra realidad visible, nuestro planeta, cómo lo representamos y de qué manera nos referenciamos para ubicarnos, también se hace extensivo a una realidad invisible, atemporal y espiritual como lo es el Reino de Dios.

En la primera referencia al Reino de Dios, en Mat. 6.33, Jesús nos manda a “buscar el Reino de Dios y su Justicia”. Por la tanto la ubicación del mismo es un tema a considerar. Buscarlo, nos guste o no, refiere a ubicarlo. Es decir necesitamos saber cuál es el sistema de referencia de Jesús, qué pistas nos da para encontrarlo. Necesitamos el GPS de Jesús, con su propio sistema de referencia y representación.

Para darnos una pista, Jesús dice en Mat. 12.28, que el Reino ya ha llegado, es decir está presente y en alguna parte. La cosa se complica en Mat. 19.24 porque Jesús dice que este Reino tiene límites, hay una frontera que cruzar para entrar, y que los ricos no pueden comprar la visa con dinero. Otra pista de Jesús, para acercarnos al lugar dónde el Reino se encuentra, es cuando dice que los cobradores de impuestos y las rameras están muy cerca de llegar (Mat. 21.31). Si hasta ahora era complicado, la cosa se pone más difícil en 21.43 donde Jesús dice que se puede mover, que la visa se le puede quitar a unos para dársela a otros.

En Mr. 4.11 Jesús les dice a los doce que ellos están adentro, y que hay otros afuera de la frontera. Es decir, parece que por lo menos en ese momento, el Reino estaba presente y ubicado en Israel. Después en Marcos, Jesús compara al Reino con cosas valiosas, pero ahora qué, en 9.1 les dice que algunos verán al Reino llegar con poder. Pero cómo, ¿no era que estaba presente, no era que ellos ya estaban adentro? En 9.47 otra vez habla de entrar, es decir que hay frontera, y que los tuertos entran más fácil. En 10.14 Jesús se mete con un tema importante para el día de hoy, la propiedad, “¿De quién es el Reino?” Y Jesús dice que el Reino de Dios no es solamente de Dios, sino que es de los que son como niños.

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Hay actividades de la vida cotidiana que realizamos con tal grado de automatización que, en el camino, perdemos el reflexionar. Es lógico, porque el día tiene un ritmo, nuestra agenda ─mental o escrita─ una lista de cosas a cumplir que nos necesitan en constante movimiento. Pero a veces, cuando logramos ganarle al quehacer y disponemos del tiempo, podemos encontrar verdades pequeñas y elementales de una realidad invisible, que se espejan en el mundo natural.

El vocablo “espiritualidad” tiene que ver con “espíritu”. Una “espiritualidad” vendría a ser por lo tanto una forma de “ser espiritual”. Y como hay muchas formas de “ser”, entonces podríamos hablar de muchas espiritualidades. Pero para la presente reflexión vamos a concentrarnos en la espiritualidad bíblica, más específicamente cristiana ya que hablaremos de Espiritualidad y Discipulado. No resulta fácil hoy en día unir estas expresiones: tendemos a separar una cosa de la otra. Colocamos a la espiritualidad como una experiencia interior, y al discipulado como una experiencia exterior. Una subjetiva, y la otra objetiva. De allí muchas de las crisis maniqueas o deocetistas que experimentamos actualmente. Vemos que muchas comunidades renovadas de “alta experiencia espiritual”, reflejan en su praxis lo que pareciera a veces una proyección bastante incoherente del Jesús de los evangelios. Otro tanto ocurre en las iglesias más tradicionales, al respecto nos dice Leonardo Boff:

Jesús afirma mi valor infinito como hijo de Dios.