El maestro en bicicleta (parte 2)

Wednesday, April 19th 2017  — 
 Josías Acostacuentofe

De repente las luces se apagaron. La oscuridad se apoderó de nuestras miradas como un virus.
La ceguera en los corazones llegó a los ojos.
Las casas iban una a una entrando en la sombra. La sensación de desamparo se hizo certeza cuando, en las calles, los vecinos se veían por vez primera entre penumbras, para tratar de entender qué pasaba. Intercambiaron direcciones y reconstruyeron a su manera los hechos. Sabiendo que es la única manera de conocer.
La respuesta estaba ardiendo sobre los cables. El Fuego no se consumía.
Orgulloso en su insolencia, inoportuno y contundente como el amor, sublime y mágico. Total.
El desconcierto se volvió señal para aquellos corazones atentos, respetuosos del Espíritu.
Sin entender ni poder resolver nada, cada uno volvió a su refugio (cavernas vacías cuando la luz no las adorna) para que el sueño los ayudara a viajar en el tiempo.
Nuestra especie sobrevive porque es la mejor adaptada para huir; hasta de sí misma.

Nuestro viaje estaba planificado para la mañana siguiente. Una agenda tan precisa como imposible nos esperaba. La mañana era tan oscura como la noche, pero más fría. Un lugareño, entre mates, aceptó llevarnos hasta su trabajo. Su amistad entibió nuestro corazón como el mate nuestros cuerpos. Decididos, nos despedimos de él para caminar hacia nuestro primer destino al que arribamos muy temprano. Esperamos con un café, Berdiaev, Rabelais, luz del sol y nada podía salir mal. Hasta que todo salió mal.

Más adentro de la jungla, el silencio de los hombres aturde más que el ruido de las máquinas.
Caminar, caminar, caminar.
Esperar, esperar, esperar.
Preguntar, preguntar, preguntar.
El agotamiento físico llegó a la mente… Y la mente fue arrastrando al corazón.

La próxima parada era imponente, cristalina y con banderas: como las mentiras.
El hartazgo nos dividió: el paseo y la responsabilidad.
-¡Yo no entro acá!
-¿Eh…?
-Te espero afuera – y la mentira se apoderó de mí.

Cada cual se apartó por su camino.

“¿Dónde estás?”, me preguntó.
“Ahí voy” le respondí evadiendo la pregunta.
“Te espero…” En su voz se dibujaba una sonrisa… “tenés que ver lo que encontré.”
Corrí para sacudirme la intriga y la ansiedad; para sentirme humano entre los bultos de carne que se abrigaban del frío. Esquivé máquinas y basura hasta que pude ver a lo lejos dos personas.
Cuando llegué, era Él: el Maestro en bicicleta. Pero en ese momento no lo supimos. Un abrazo, risas y balbucear explicaciones. Nos invitó a su casa y se fue pedaleando a toda velocidad.
Tratamos de asimilar lo inexplicable y diluimos la grandeza de las situaciones… nos ahogamos en palabras y en teorías para poder empezar a creer. No queríamos llegar con las manos vacías así que compramos huevos, zanahorias, tomates y un pepino. Tocamos timbre y bajó. Le hice un chiste -que creo no entendió- y le dimos otro abrazo. Tal vez nuestros corazones y cuerpos ya creían, pero nuestra mente aún no. Subimos en el diminuto ascensor ya con el humor totalmente cambiado. Contentos.
Al abrir la puerta, la casa estaba llena de luz. Luz real: esa que hace todo más bello; la que no encandila, la que no juzga. Nos sentamos y él cocinó para nosotros. Comimos y renovamos nuestras fuerzas. Nadie puede creer con el estómago vacío. Respondió todas nuestras preguntas y estaba muy interesado en lo que hacíamos, cómo estábamos, qué pensábamos… Nos contó historias y nos explicó muchas cosas. Abrió las puertas de su biblioteca e inclusive nos mostró los libros que no estaban a la vista. Encendió el tocadiscos y puso música. Dejamos los libros sobre el piano; dijo que después los guardaría.

Así saciamos el hambre y la sed. Descansamos y renovamos fuerzas. Mitigamos el frío y la curiosidad. Hablamos y escuchamos. Reímos e hicimos memoria. Música, luz y amistad. Al recibirnos en su casa nos dió salud y no mero hospedaje.

La despedida fue una promesa de amistad. De cariño indestructible: una convicción tan profunda e inconfundible como el perfume de azahares. La buena noticia estará indeleble en las retinas, oídos y corazones de aquellos que, en una esquina cualquiera, estén atentos a ver al Maestro andando en bicicleta.

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La visita (parte 3)
Monday, August 27th 2018
 Andrés Rumbollcuentofe

¡Rutinaria rutina! Nada más nocivo para la capacidad de asombro: rutina encarnada en rutina.

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Encorvado
Wednesday, April 19th 2017
 Ezequiel Lúgarocuento

Si sólo de mí dependiera, si no causara una repulsión general en nuestra bienamada comunidad, si no constituyera un dolor físico permanente, con pasión me entregaría al acto de encorvar mi inconsistente cuerpo hasta quedar hecho un bollo desparejo, dejando al desnudo mis protuberancias y surcos. Me cubriría de tierra, me trasladaría con andar de reptil hasta el cementerio o basural en las afueras de la ciudad, y haría de esos lugares mi hogar. Me alimentaría, cuando no de insectos, pájaros, roedores y hierba, de carroña y de basura. El último de mis días me encontraría en plenitud de gozo y de miseria, enajenado y febril, borrado por el olvido o la indiferencia, mía y de todos y de todas las cosas.

Oración de Óscar Romero
Wednesday, April 19th 2017
 Ken Untenerfeoración

De vez en cuando, nos ayuda dar un paso atrás y contemplar el vasto panorama.El Reino no solamente está más allá de nuestros esfuerzos, sino que trasciende nuestra visión.Cumplimos en nuestra vida solamente una ínfima fracciónde la magnífica empresa que es la obra de Dios.Nada de lo que hacemos es completo, lo cual es otra forma de decirque el Reino siempre nos trasciende.Ninguna declaración expresa todo lo que puede ser dicho.Ninguna oración expresa totalmente nuestra Fe.Ninguna confesión deviene en perfección.Ningún programa lleva a cabo la misión de Cristo.Ninguna meta o serie de objetivos incluye la totalidad.Eso es lo que proponemos.Plantamos las semillas que algún día brotarán.Regamos las semillas que ya han sido plantadas,sabiendo que contienen una promesa futura.Echamos los cimientos que necesitarán posterior desarrollo.Proveemos la levadura que produce efectos más allá de nuestras aptitudes.No podemos hacer todo,y al darnos cuenta de ello nos sentimos liberados.Eso nos permite hacer algo y hacerlo muy bien.Será incompleto pero es un comienzo,un paso a lo largo del camino,y una oportunidad para que la gracia del Señor aparezca y haga el resto.Quizá nunca veremos los resultados finales.Pero ahí está la diferencia entre el maestro de obras y el albañil.Somos albañiles, no maestros de obra, ministros, pero no Mesías.Somos los profetas de un futuro que no es el nuestro.

Puente
Wednesday, April 19th 2017
 Josías Acostapoema

Entre nosotros un abismo. Por eso el puente.Nuestra distancia es un vacío, no se puede ignorar.Si nos separa o nos invita es incierto, lo sé.Pero lo cierto no moviliza ni hace crecer.Porque lo cierto, que te hipnotiza, no te hace cruzar.Si nos miramos no es que entendamos.Si nos peleamos es que tratamos.Si nos queremos no es tan terrible el abismo.Terrible es no cruzar por amarse mucho uno mismo.Si me invitás a dar el salto (dejemos el cinismo)sabé que es obvio que caiga y listo.No me invites a fallar. Por eso el puente.

Ambivalencia
Wednesday, November 2nd 2016
 Luchi SánchezVictoria Juncosfepoema

-hay cosas que no deberían decirse nunca-

Dios mío
Wednesday, November 2nd 2016
 Josías Acostafeidentidadpoema

Tanto miedo junto, solo significa paz.Tanta libertad de golpe y no me atrevo a escapar.¿No puedo vivir sin cadenas?No puedo sostener una mentirani puedo entender la ironía:“¿Qué necesidad?”¿Cómo cambiar todo por una promesa?No espero que me entiendan.Tan solo no tiren a matar.

El lugar era silencio. Todas las almas estaban cobijadas en sus hogares en muda armonía. Únicamente en los caminos y calles que juntan sus brazos en una inmensa red había vida. Las llamas de los faroles ardían intensa y apasionadamente. La extensa familia de insectos se escuchaba zumbir en canteros y surcos, algún que otro perro disputaba con su querida sombra y algunas aves desveladas componían hermosos cantos a la luna. Sin testigos, más que la noche, una acalorada llama escápose del farol abarcándolo por completo, cual viento de otoño que desviste las copas doradas de los árboles. Ninguna de las apagadas almas se percató del suceso hasta que la llama, poseyendo una rama cercana, tórnose en un árbol de fuego que se desplomaba al suelo echando crujientes ruidos. Tomados por asombro, algunos se asomaron con timidez, otros apresuradamente hasta que todos los vecinos de los vecinos, encendidos por el desconcierto, parloteaban a viva voz apoderados por el imponente fenómeno ante sus ojos. No estaban preocupados, sabían que el árbol de fuego se apagaría sólo al igual que una vela se apaga sóla una vez consumida. Murmurando entre ellos miraban el espectáculo entregados a un sentimiento desconocido. Al rato, cuando la llamarada cesó de arder, volvieron todos a sus humildes fincas también apagando las pequeñas velas, cuales parecían alumbrar vagamente el interior de sus casas. De madrugada, con la luna iluminando la oscuridad matutina, un alma despertó. Levántose de su cómodo lecho, sutilmente, para no despertar a los demás, y entregando su cuerpo al gélido frío, vístiose. Cual fantasma levitando, dirigió sus pasos atravesando la gris neblina hacia el hogar de su vecino, junto al cual, se hicieron mutua compañía compartiendo la predilecta infusión en el camino que lleva al corazón de la ciudad. Sol y luna siguieron rotando y al poco tiempo la neblina disípose con el arribo de un ligero manto celeste que cubrió el cielo. En pleno furor de la ciudad, el camino de los vecinos se bifurcó y cada uno se perdió en la marea de transeúntes a pie y en bicicleta, niños jugando, carros con caballos, mercantiles, artesanos, malabaristas y juglares, vagabundos y demás tipos de gentío, todos empujados o guiados por cierta inercia a cumplir —muchos con duro corazón y de mala gana— sus quehaceres de todos los días. Pululaban los callejones, calles, callecitas de aquella urbe con el alma cansada, parecido a quien, por no haber comprado aceite en el día y ya llegada la noche, no pudo encender las lámparas de su casa, cuales iluminan la entrada de su hogar y el camino por el cual circulan su cohabitantes.

Conocí a Irito en San Juan; estábamos en un pre-encuentro de estudiantes de Sociología. Recuerdo que un amigo en común, Pedro, me insinuó que era alguien con una sensibilidad especial… digamos, algo espiritual. No sé si en ese momento su ojo crítico ya miraba el mundo desde un pentaprisma, pero es una alegría incontenible saber que podemos mirar, al menos de manera estática, un poquito el mundo como ella lo ve: tan luminoso y delicadamente exuberante. Compartimos con ustedes la íntima percepción de aquellos seres que se buscan a sí mismos en el otro, en la distancia cómplice y poética de un foto.

Hoja, por Niggle
Wednesday, November 2nd 2016
 J. R. R. Tolkiencuentoficción

Había una vez un pobre hombre llamado Niggle, que tenía que hacer un largo viaje. El no quería; en realidad, todo aquel asunto le resultaba enojoso, pero no estaba en su mano evitarlo. Sabía que en cualquier momento tendría que ponerse en camino, y sin embargo no apresuraba los preparativos.

Ocurre espontáneamente, de modo tan imprevisto que es una constante. No esconde segundas intenciones, ni resiste la crítica de un ojo experto: simultáneamente alberga todas las interpretaciones, caja de Pandora de la hermenéutica moderna.

Mi fe
Tuesday, July 26th 2016
 Alexandru G. IchimLuchi Sánchezfepoema

Mi fe es una fe oriental. Mi occidente la despedazóEn mi cuerpo, mi alma, mi espíritu.No aprendo el nombre que tanto escucho,Siento el hambre que me es un agravioMas debo saberDe dónde vengo y cómo me llamo.No sé cómo estoyMas debo saber quién soy.

Mientras predicaba su sermón dominical, decidido y enérgico, Pickwick sintió un leve estiramiento en los músculos del rostro. En principio lo atribuyó a la tensión propia de la tarea, pero comenzó a preocuparse cuando notó que su audiencia lo miraba estupefacta. De pronto todo era silencio, ojos fijos, bocas abiertas. El reverendo no lo sabía, pero sus orejas habían cobrado vida propia. Lo que para él eran contracciones nerviosas, o tal vez el anuncio de un inminente calambre facial, para su público era algo muy diferente: un espectáculo paralelo, un discurso de gestos y actitudes que afirmaba, ilustraba o contradecía lo que el predicador iba expresando.